La Flor Margarita

Era una mañana como ninguna otra, soleada, fresca y llena de cantos de pájaros. Al final de la colina una casa con grandes ventanales y puertas de madera.
Una de las ventanas se abre y se asoma una mujer delgada, de ojos muy grandes, amarillos como el sol. Su cabellera simulando un copo de algodón. Le gustaba, todas las mañanas, ver sus bellas flores. Fijó su mirada en una que no conocía, era extraña para ella. Se preguntaba ¿de dónde habrá venido tan rara especie? Sorprendida, por tan rara belleza, pregunta a los demás pobladores si la conocían, hasta que uno le dijo, que podía haber llegado de otra galaxia, porque lo había soñado, lo que le pareció una locura.
Transcurrido los días, decidió llevar la hermosa planta a su hermano que era científico y podía dar con su inquietud. Al verla le dijo que no la conocía, que era tan extraña que en sus libros de botánica y de hierbas no aparecía registrado, seguramente es de otra galaxia. Aún más sorprendida y no contenta con esto, resolvió llevarla a la casa del brujo que habitaba a un kilómetro de su casa. Al llegar, éste se encontraba en su jardín. Emocionada al verlo le dijo – haces lo que yo ha diario hago, regar, y conversar con mis amigas. Al abordarlo le pregunta si conoce a tan raro espécimen – y él respondió, que no. Angustiada, le dijo, que ya estaba cansada de recorrer caminos e indagar su origen.
Ya sin fuerza llego a su casa. Pasada las diez de la noche, y al ver la cama, se acostó y comenzó a soñar. Soñaba que llegaba al patio de su casa un enorme platillo volador que giraba a gran velocidad. Al pararse, bajaron de la nave dos hermosas plantas muy parecidas a la que había aparecido en su jardín. La tomaron de la mano y la llevaron dentro de la nave, la cual llamaban nodriza. La sentaron en una silla llena de flores.
Asustada y sorprendida a la vez, la mujer les preguntó, que porqué habían dejado en su patio a tan bella planta. Al instante, oyó que salía de toda la nave una voz que le decía, que era la elegida por su gran amor a la madre naturaleza.
Hubo un silencio sepulcral, y de pronto la misma voz le preguntó que como se llamaba, contestando rápidamente, MARGARITA. Con un sobresalto despertó asustada, su corazón palpitaba. Saltó de la cama y se dirigió al jardín. Allí estaba. Estaba la bella planta.
Al amanecer, no esperó que saliera el sol. Agarró una cesta y las llenó de tantas plantas (la extraña), y con voz alegre, como la música, les dijo a todos sus vecinos y habitantes de la montaña, que ya sabía de donde había llegado tan rara especie y, también como se llamaba. Todos, ante tan impresionante actitud, se reunieron en la plaza mayor para que de una vez por todas, les dijera de dónde había llegado la planta y cómo se llamaba.
Parada en una rama del árbol más grande y frondoso, ubicado en el medio de la plaza, gritó a los cuatro vientos – la planta es una flor y se llamará, a partir de este momento, como yo ¡Margarita! -.
Todos, al unísono, aplaudieron. Y llorando de alegría, Margarita les dijo, que viajaría a todos los confines del planeta tierra para regalar y llevar tan hermosa flor.
Y así, pasaron muchas décadas. Ya Margarita no existe, pero dejó vivo su recuerdo: la flor Margarita.